+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Cuando se reunieron con la multitud, se le acercó un hombre y, cayendo de rodillas, le dijo: «Señor, ten piedad de mi hijo, que es epiléptico y está muy mal: frecuentemente cae en el fuego y también en el agua. Yo lo llevé a tus discípulos, pero no lo pudieron curar».
Jesús respondió: «¡Generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganmelo aquí».
Jesús increpó al demonio, y este salió del niño, que desde aquel momento quedó curado.
Los discípulos se acercaron entonces a Jesús y le preguntaron en privado: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?».
«Porque ustedes tienen poca fe, les dijo. Les aseguro que si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, dirían a esta montaña: ‘Trasládate de aquí a allá’, y la montaña se trasladaría; y nada sería imposible para ustedes».
Palabra del Señor.
Reflexión
Terminamos la semana y el evangelista San Mateo nos trae hoy el milagro de la curación del niño epiléptico. Los antiguos atribuían la epilepsia a las fases de la luna (por eso el original griego dice “lunático” o atacado por la luna), y el peligro era que la persona, al no poder controlar su cuerpo, podía morir ahogada o quemada. En estas terribles circunstancias el papá del niño acude confiado ante Jesús, demuestra una gran fe como antes lo hicieran el centurión y la mujer cananea, llama a Jesús como Señor y se postra ante Él y le suplica. Con el breve diálogo el papá deja en evidencia la incapacidad de los discípulos de obrar el milagro, mostrando que ellos no eran tan buenos sanadores como lo era Jesús. Frente a esto el Maestro se molesta y exclama: “generación incrédula y perversa”, fuertes epítetos que no van dirigidos al padre del niño, ya que él ha demostrado una gran fe, sino que se dirigen a sus propios discípulos. Entonces Jesús llama al niño y lo sana de su mal. Después los discípulos, acongojados, le preguntan al Maestro por qué ellos no pudieron obrar el milagro, entonces el Señor les dice claramente que ellos tienen poca fe, comprenden y aceptan a Jesús, pero les falta la confianza suficiente; por eso los exhorta a fortalecer la fe y usa dos ejemplos: primero el del granito de mostaza, tomado de la Fuente Q, para describir la fe que, aunque sea pequeña pero sincera, puede obrar maravillas (Lc 17,6) y, segundo, el de la montaña que se traslada por la fuerza de la fe, tomado de Marcos 11,23. Así este episodio se transforma en una enseñanza a los discípulos sobre el poder de la verdadera fe, la fe confiada. (ver Mc 9,23; Jn 14,12).
¿Confío en el Señor Jesús con todo el corazón como el papá del niño? ¿De qué manera me puedo alejar de la “generación incrédula y perversa”? ¿Cuál sería el nivel de mi fe?