+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús partió de Genesaret y se retiró al país de Tiro y de Sidón. Entonces una mujer cananea, que procedía de esa región, comenzó a gritar: “¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Pero Él no le respondió nada.
Sus discípulos se acercaron y le pidieron: “Señor, atiéndela, porque nos persigue con sus gritos”.
Jesús respondió: “Yo he sido enviado solamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”.
Pero la mujer fue a postrarse ante Él y le dijo: “¡Señor, socórreme!”
Jesús le dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, para tirárselo a los cachorros”.
Ella respondió: “¡Y sin embargo, Señor, los cachorros comen las migas que caen de la mesa de sus dueños!”
Entonces Jesús le dijo: “Mujer, ¡qué grande es tu fe! ¡Que se cumpla tu deseo!” Y en ese momento su hija quedó sana.
Palabra del Señor.
Reflexión
San Mateo nos trae el relato de la curación de la hija de la cananea. Este es un milagro “arrancado” al Señor por la fe, la astucia y la humildad de la mujer. Este texto viene después de la fuerte controversia de Jesús con los fariseos y escribas sobre las tradiciones de los antepasados equiparadas por ellos a la misma Sagrada Escritura y que Jesús rechaza. A partir de la amenaza, para Jesús, que significaron los escribas y fariseos venidos de Jerusalén, el Maestro se retira estratégicamente hacia la región pagana de Tiro y Sidón. Recordemos que los paganos son los no judíos, los no pertenecientes al pueblo de Dios (Israel) y que son mal vistos por todo judío. En este lugar se le acerca al Señor una mujer cananea, llamada así de forma despectiva por ser pagana (la Biblia describe a los cananeos como gente idólatra con costumbres abominables, que ya no existían en la época de Jesús); esta mujer sigue a Jesús y le grita pidiendo ayuda para su hija que está muy enferma (atormentada por un demonio), tres veces le pide ayuda y lo hace reconociéndolo como Mesías (Hijo de David) y como Dios (le dice Señor y se postra ante Él). Pero lo más desconcertante es que Jesús “ni la pesca” y, cuando los discípulos interceden, Él se niega, porque su misión se restringe sólo a Israel; pero la fe de la mujer es más grande y le hace ver a Jesús que, aunque ella no sea digna, igual le basta con las migajas que caen de la mesa para los cachorros (recordemos la fe admirable del centurión, también pagano). El Señor queda maravillado ante la inmensidad de la fe de la mujer que no puede hacer nada más que el milagro que ella le pide.
¿Qué mujeres conozco de fe inquebrantable? ¿Cómo es mi fe en comparación con la mujer cananea? ¿Qué hago cuando siento que el Señor no me escucha?