+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús propuso a la gente esta parábola:
El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: “Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?”.
Él les respondió: “Esto lo ha hecho algún enemigo”.
Los peones replicaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?” “No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Comienza el segundo bloque (de un total de tres) del Discurso en Parábolas que contiene tres parábolas introducidas cada una con la fórmula “les propuso otra parábola”, una reflexión sobre las parábolas y una explicación. La primera parábola llamada El trigo y cizaña presenta una escena normal de la vida cotidiana en la Palestina del tiempo de Jesús, un propietario que manda a plantar buena semilla, un enemigo que busca perjudicarlo con el sembrado tirando cizaña, las relaciones entre el dueño y sus sirvientes; todo es normal, excepto por la sorprendente reacción del propietario que manda conservar las dos semillas plantadas y dejarlas crecer juntas; la gente que escucha se cuestionará si es la decisión correcta. La cizaña ciertamente puede entorpecer o impedir el crecimiento del trigo, pero las dos plantas se parecen mucho al principio, por eso que al arrancar la cizaña los segadores podrían también arrancar el trigo, de ahí que el propietario decide esperar hasta la cosecha para separar el trigo de la cizaña; el término cosecha designa en los profetas el día de juicio de Dios (ver Mt 3,12). La parábola describe la acción pastoral de Jesús que no reunió una comunidad de puros, sino que dirigió con fuerza y entusiasmo su mensaje a los pecadores y por eso fue criticado por sus adversarios. Jesús justifica su actuar con esta parábola: mientras llega el tiempo del juicio final hay tiempo para la conversión y para la misericordia de Dios, ya que Él ofrece un tiempo de gracia a los pecadores; por lo tanto, hay que esperar, necesariamente, hasta el final para distinguir entre el grano bueno y las plantas inútiles.
Puedo revisar mi vida y ver ¿Cuánto trigo y cuánta cizaña hay en mí? ¿Cuá es la cizaña que más debo combatir en mi persona? ¿Qué siembro con mis actos y palabras? ¿Trigo? ¿Cizaña?