+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús dijo a sus discípulos:
Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y odiarás a tu enemigo. Pero Yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque Él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos?
Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
Palabra del Señor.
Reflexión
Después de las antítesis (o hipertesis) del mandamiento no matarás, del adulterio, del divorcio, de los juramentos y de ley del talión, llegamos hoy a la sexta y última antítesis presentada por Jesús y, también, la más importante. Para terminar la serie de seis antítesis, el Señor cita el mandamiento antiguo que, mal interpretado, admitía el odio al enemigo, ya que en ninguna parte de la Biblia aparece la frase “odiarás a tu enemigo” (ver Lv 19,18), si aparece en la Regla de la comunidad de la secta judía de los esenios (1QS 1,9-10). A esta malvada interpretación el Maestro opone la exigencia del amor a los enemigos, que es una estrategia para “vencer” al perseguidor; para que, de esta manera, los discípulos sean semejantes al Padre Celestial que derrama sus dones sobre justos y pecadores. Este mandamiento de amar a los enemigos es fundamental en la enseñanza del Señor, no se trata de un mandamiento más, sino que, para Jesús, es el centro de todos los mandamientos, es la forma de practicar la verdadera justicia (santidad), es la forma de interpretar correctamente la verdadera voluntad de Dios en la enseñanza del Antiguo Testamento. El Reino de Dios (o mejor el Reinado de Dios) es la actuación misericordiosa de Dios y es un don puramente gratuito para todos, como la luz del sol y la lluvia. Lo que el Señor quiere es que el discípulo imite la acción misericordiosa de su Padre Celeste, como respuesta a los dones de Él recibidos. Termina Jesús exhortando a buscar la justicia superior (Ver Mt 5,20) siendo perfectos como el Padre Dios es perfecto; en hebreo tamin=intachables (Dt 18,13) y qedosim=santos (Lv 19,2), en griego téleioi=perfectos (Mt 5,48), esto es, íntegros, completos, indivisos, sin defecto, sanos, personas que caminan con integridad delante del Señor.
¿En qué me parezco a Dios? ¿He aprendido a perdonar? ¿He a aprendido a amar como Dios ama? ¿Creo que puedo ser santo(a)?