+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús dijo a sus discípulos:
Como el Padre me amó, también Yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como Yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto. Éste es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen los que Yo les mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí, sino Yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, Él se lo concederá. Lo que Yo les mando es que se amen los unos a los otros.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy la Iglesia nos invita a celebrar la Fiesta de San Matías, quien es el apóstol que reemplazó a Judas Iscariote en el grupo de los Doce. Por eso la lectura del evangelio se toma del Leccionario Santoral y nos dice que los discípulos son amigos de Jesús; el amor mutuo entre Jesús y los discípulos se fundamenta en que tanto Él como ellos guardan los mandamientos y permanecen en el amor del Padre; este amor es fuente de gozo para Jesús y para los discípulos (ver Jn 14,28 y Jn 15,11) El amor que Jesús siente por los suyos es sin límites y se demuestra en que Él entrega la vida por ellos. Ese amor es el fundamento del amor que los discípulos y las discípulas deben tener entre sí. En la Escritura y en la tradición judía se decía que las personas sabias eran amigas de Dios; tenemos el ejemplo de Moisés que habla con Dios como hablan dos amigos, también Abraham que expresamente es llamado amigo de Dios. Jesús retoma esta experiencia y enseña que los que creen en Él, los suyos, no son esclavos, sino que son sus amigos, con todas las letras. El discípulo y la discípula son personas llamadas y elegidas por el Señor, llamadas y elegidas para dar fruto y fruto duradero. Este fruto es el amor verdadero de unos con otros a ejemplo del Maestro, y es la consecuencia lógica de haberse convertido en amigos (as) de Dios. No hay dicha más grande que amar como el Señor nos ama. Dice la Sagrada Escritura que quien encuentra un amigo, encuentra un tesoro (Eclo 6, 14); imaginemos lo que significa encontrar en Dios un amigo, cuan grande y hermoso es el tesoro.
¿Considero que el Señor es mi amigo? ¿En la oración converso con Dios como hablan dos amigos? ¿Cómo puedo demostrar que el Señor es mi amigo?
