+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús dijo a sus discípulos:
Les aseguro que aquél que me reconozca abiertamente delante de los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios. Pero el que no me reconozca delante de los hombres no será reconocido ante los ángeles de Dios.
Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.
Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir.
Palabra del Señor.
Reflexión
San Lucas nos presenta, en el día de hoy, la continuación del discurso iniciado ayer, haciendo énfasis en la fidelidad del discípulo y de la discípula en la adversidad, concretamente en la persecución. En primer lugar, Jesús presenta la doble posible situación del cristiano en el juicio final (por eso dice ante los ángeles de Dios): al que reconozca a Jesús delante de los hombres, el Hijo lo reconocerá en el juicio, pero el que no reconozca al Hijo en la tierra, no será reconocido en el juicio; nótese dos cosas, la primera, que el Señor Jesús ocupa el lugar de Testigo y no de Juez en el juicio, la segunda que su papel sólo es reconocer positivamente y no condenar (el Señor no condena, el condenado se autoexcluye). En segundo lugar, el logion (dicho) sobre el pecado contra el Espíritu Santo: “Si alguien rechaza al Espíritu que le ofrece perdón, arrepentimiento y renovación, ¿cómo podrá ser perdonado?”. En tercer lugar, el Señor hace una advertencia referida a las futuras persecuciones organizadas por los judíos contra los cristianos, ya que los mismos que rechazan a Jesús serán los que perseguirán a sus discípulas y discípulos; a ellos el Espíritu Santo les enseñará como actuar en dicha situación, es la promesa del Señor.
¿He recibido críticas, rechazo o burlas por mi fe cristiana? ¿Reconozco abiertamente que soy discípula o discípulo del Señor? ¿Abro mi corazón a la acción del Espíritu Santo?