+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro.
Les dijo: “Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: «Háganlas producir hasta que yo vuelva». Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir: «No queremos que éste sea nuestro rey».
Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: «Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más». «Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades».
Llegó el segundo y le dijo: «Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más». A él también le dijo: «Tú estarás al frente de cinco ciudades».
Llegó el otro y le dijo: «Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado». Él le respondió: «Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses».
Y dijo a los que estaban allí: «Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más».
“¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!”
Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia”.
Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.
Palabra del Señor.
Reflexionemos
El texto del evangelista Lucas nos presenta una parábola muy semejante a la de los talentos, en la que Jesús nos habla de los dones que las personas reciben de Dios. La historia de los talentos no tiene como centro “como es Dios” o “cómo los empleados hicieron para aumentar los bienes”. El centro está situado en la rendición de cuentas. Es decir, ¿qué hacemos con los dones que el Señor nos da de cara a la construcción del Reino de Dios aquí y ahora? En este sentido, se nos invita y se nos desafía a arriesgar. Para ello necesitamos acoger la historia y permitir que nos lance a caminos no pensados, organizados ni previstos. Siempre la vida de fe se inserta en un contexto social, político, económico y allí se nos invita a multiplicar los recursos que se nos ha confiado. Hoy y siempre, estamos invitados a no cerrarnos en nosotros mismos por miedo a perder lo poco que tenemos, sino a compartir lo poco que tenemos y crecerá el cien por uno. Quien arriesga puede percibir cómo crece, de forma silenciosa, lo que se comparte. Eso sí, unido a las dificultades propias de cada tiempo, de cada contexto histórico. Es una llamada a trabajar incansablemente por el reinado de Dios en esta tierra. Hoy vivimos en un contexto que nos exige ciertas posturas, que pueden ser comprendidas o no, pero que son movidas por el deseo de ser fieles a Dios.
En nuestra comunidad, ¿tratamos de conocer y valorar los dones de cada persona? En el contexto que estamos viviendo como país, ¿estamos compartiendo lo mejor de nosotros?