+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús propuso a la gente esta parábola:
El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo y aparecieron las espigas, también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: “Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ¿Cómo es que ahora hay cizaña en él?”.
Él les respondió: “Esto lo ha hecho algún enemigo”.
Los peones replicaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?” “No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y luego recojan el trigo en mi granero”.
Palabra del Señor.
Reflexión
La vida humana, la vida cristiana no es más que el combate para que la bondad pueda vencer siempre a la maldad, el trigo no deje crecer a su alrededor la cizaña. Porque el mal nos hace mucho daño a nosotros y a los demás y no nos deja disfrutar de la felicidad y el gozo de vivir que todos tanto deseamos. Sin embargo, a la luz de la parábola, podemos señalar que el trigo y la cizaña son plantas muy parecidas. El trigo produce una semilla comestible; la cizaña, también produce una espiga con semillas, pero ésta muy comúnmente suele ser atacada por un hongo tóxico que la hace peligrosa para el consumo humano. ¿Qué hacer si nos encontramos hoy ante el trigo y la cizaña, que crecen mezclados en el campo de nuestra vida, nuestra historia y nuestra realidad? La parábola nos invita confiadamente a la esperanza: “Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha”. La fe nos invita a ser lúcidos, a vivir en sencillez, pero también en astucia, y no obrar en base a juicios apresurados. Hay cizaña; y de vez en cuando colaboramos con ella, pero no caigamos en ingenuidades que Dios no desea. Día a día se nos ofrecen mil ayudas para que el trigo termine con la cizaña en nosotros, para que el bien venza claramente la batalla al mal, para que el Reino pueda seguir abriéndose camino con nuestra ayuda.
Mirando en el espejo de la parábola, ¿a quién me parezco más: a los siervos que quieren arrancar la cizaña antes de tiempo, o al dueño que manda esperar hasta la siega? En mi vida cotidiana ¿soy signo de misericordia y paciencia o de dureza e intransigencia?