+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
A la Hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo:
Padre santo, cuídalos en tu Nombre que me diste para que sean uno, como nosotros.
Mientras estaba con ellos, Yo los cuidaba en tu Nombre que me diste; los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura. Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.
Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno.
Ellos no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad.
Así como Tú me enviaste al mundo, Yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad.
Palabra del Señor.
Reflexión
El Evangelio de hoy nos continúa presentando la oración sacerdotal. La oración y el pedido de Jesús no puede dejar de ser escuchado por el Padre. Nos sentimos seguros en sus manos, porque intercede por nosotros: quiere la unidad de las comunidades para que puedan resistir a los problemas que dividen y a las persecuciones. Una unidad al estilo de la Trinidad: “como nosotros”, donde la diversidad es acogida, respetada y alentada. Una comunidad cuyo centro es Jesús y su alegría una nota distintiva. Pero ¿cómo podemos lograrlo? Escucha, disposición y acción… para recibir lo que el Señor nos va diciendo día a día… para acogerlo en nuestra vida… y para ponerlo en práctica.
¿Qué estamos, qué estoy haciendo para derribar muros y construir puentes de encuentro con los demás? ¿Estoy siendo signo de comunión y unidad? ¿Estoy orando por ella?