+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era luz, sino el testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de Él, al declarar: “Este es Aquél del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo”.
De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que está en el seno del Padre.
Palabra del Señor.
Reflexión
El prólogo del evangelio de san Juan se nos ofrece en varias ocasiones en el tiempo litúrgico de la Navidad. El Prólogo es la primera cosa que se ve al abrir el evangelio de Juan, pero fue la última en ser escrita. De algún modo es el resumen final, puesto en el comienzo. De su hondura y densidad teológicas es bueno destacar algunos destellos de luz. La Palabra quiso llegar más cerca de nosotros y se hizo carne en Jesús; así Jesús de Nazaret personifica el proyecto creador de Dios que inaugura una nueva era en la Historia. Dios no quiere quedarse lejos de nosotros: Jesús, la Palabra, se hizo carne, vino en medio de nosotros, realizó su misión y volvió a Dios. Y aunque el pueblo de Israel no lo reconoció como tal, hasta el punto de que lo llevó a la cruz, Jesús venció a la muerte como luz que no solo ahuyenta la oscuridad sino que da vida para siempre a toda la humanidad. Llamados con este texto a reconocer la presencia de Dios en nuestra vida, en nuestra historia, al terminar este año, queremos dar un sincero gracias a Dios y decirle con cariño: Te damos gracias, Señor por el año de vida que nos diste, por el año de historia que has hecho con nosotros.
Todo lo que existe es una expresión de la Palabra de Dios, una revelación de su presencia. ¿Somos lo suficientemente contemplativos para poder percibir y experimentar esta presencia universal de la Palabra de Dios? Hagamos el ejercicio de recorrer lo vivido en este año y descubrir cómo Dios sigue caminando con nosotros.