+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: “Éste comenzó a edificar y no pudo terminar”.
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz.
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee no puede ser mi discípulo.
Palabra del Señor.
Reflexión
El evangelio de hoy habla del discipulado, resultando ser uno de los conceptos centrales de hoy. De este modo, el texto nos presenta las condiciones para que alguien pueda ser discípulo o discípula de Jesús; de Jesús está camino de Jerusalén, donde va a morir en la Cruz. Este es el contexto en que Lucas nos señala que el Reino de Dios no se puede vivir a medias, sino que exige entrega y radicalidad. De este modo, cuando la multitud se entera de que hay que sufrir, de que no todo son beneficios humanos, algunos comienzan a abandonar el seguimiento y solo quedan con Jesús doce. A Jesús nadie le puede acusar de no hablar claro: promete la salvación, la vida eterna, la santidad, la alegría, pero a cambio de aceptar la propia cruz. Nuestro seguimiento de Jesús exige una definición total. Entonces, todo lo que somos y tenemos, nuestras relaciones y nuestros bienes, quedan orientados a una experiencia más profunda y real que da sentido a todo. Así es como el Reino de Dios comienza a ser realidad en esta tierra.
¿Te alegras de haberte encontrado con Cristo? ¿Has dejado algo por Él? ¿Estás dispuesto a seguirle, sabiendo que debes cargar cada día con tu cruz?