+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
Después de la multiplicación de los panes, Jesús obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo.
La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. “Es un fantasma”, dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar.
Pero Jesús les dijo: “Tranquilícense, soy Yo; no teman”.
Entonces Pedro le respondió: “Señor, si eres Tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua”.
“Ven”, le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a Él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: “Señor, sálvame”. Enseguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?” En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante Él, diciendo: “Verdaderamente, Tú eres el Hijo de Dios”.
Al llegar a la otra orilla, fueron a Genesaret. Cuando la gente del lugar lo reconoció, difundió la noticia por los alrededores, y le llevaban a todos los enfermos, rogándole que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y todos los que lo tocaron quedaron sanados.
Palabra del Señor.
Reflexión
El evangelio de hoy describe la travesía difícil y cansada del mar de Galilea en un barco frágil, empujado por el viento contrario. Hoy podríamos reconocer en esa travesía al otro lado del lago, la difícil travesía de las primeras comunidades. Ellas tenían que salir del mundo cerrado de la antigua observancia de la ley, hacia una nueva manera de observar la Ley del amor… También nosotros hoy estamos en una travesía difícil para un nuevo tiempo y una nueva manera de ser iglesia. Travesía difícil, pero necesaria. El texto nos muestra a Jesús caminando sobre las aguas turbulentas, Pedro quiere imitarle y por un momento lo consigue, pero el viento le hace dudar, y cae. Pedro siente su debilidad; es frágil. Por eso reconoce que, para no sucumbir al mal, deberá tomarse de la mano del Señor. Solo así no caerá… Hoy más que nunca debemos recordar que debemos confiar y pedir la ayuda del Maestro.
A la luz de la Palabra de Dios, nos podemos preguntar ¿Qué estamos haciendo para superar los vientos contrarios? ¿Cómo está nuestra fe?