+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
La madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante Él para pedirle algo.
“¿Qué quieres?”, le preguntó Jesús.
Ella dijo: “Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda”.
“No saben lo que piden”, respondió Jesús. “¿Pueden beber el cáliz que Yo beberé?”
“Podemos”, le respondieron.
“Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre”.
Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así.
Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del Hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Santiago es uno de los apóstoles de los que tenemos más datos bíblicos. Hermano de Juan, es uno de los elegidos para ser testigos de acontecimientos bien importantes: la curación de la suegra de Pedro, la resurrección de la hija de Jairo, la transfiguración, la oración en el huerto… Santiago es también el primero de los apóstoles en derramar su sangre por Cristo. Y hoy, día en que celebramos su fiesta, se nos interpela a propósito de aquella actitud inicial y aquel camino de conversión que tuvo que realizar… ¿para qué vivimos?, ¿quién es el verdaderamente grande entre nosotros? Ser los primeros del Reino significa ser sus servidores. Esta enseñanza tan primaria en el evangelio de Jesús es la que se nos narra en este evangelio de Mateo, cuando la madre de los Zebedeos pide para sus hijos puestos de honor en su Reino. No recibimos la gracia de Dios para engrandecimiento personal, sino para dar servicio a nuestros hermanos. Los discípulos no sólo no entendían, sino que seguían con sus ambiciones personales. Jesús lo deja absolutamente claro para todos, especialmente para sus seguidores, los que han de beber su mismo cáliz, el cáliz del sufrimiento. La cercanía y comunión plena con el Señor exigen seguir su camino hacia la cruz.
Santiago y Juan piden favores, Jesús promete sufrimiento. Yo, ¿qué busco en mi relación con Dios y qué pido en la oración? ¿Cómo acojo el sufrimiento que se da en la vida y que es contrario a aquello que pido en la oración?