Cuando el amor les llegue, síganlo.
Aunque sus senderos sean arduos y penosos.
Y cuando les envuelva bajo sus alas, entréguense a él,
aunque la espada escondida entre sus plumas les hiera.
Y cuando les hable, crean en él,
aunque su voz sacuda sus sueños
como hace el viento del norte,
que arrasa los jardines.
Porque igual que el amor les regala a ustedes,
así los crucifica.
Porque así como les hace prosperar,
así también les siega.
Así como se remonta a lo más alto
y acaricia sus ramas más delicadas que tiemblan al sol,
así descenderá hasta sus raíces
y las sacudirá desarraigándolas de tierra.
Como a mazorcas de maíz les recogerá,
les desgranará hasta dejarles desnudos,
les cernerá hasta librarles de su pellejo,
les molerá hasta conseguir la indeleble blancura.
Les amasará para que lo dócil y lo flexible
brote de la dureza de ustedes.
Y les destinará luego al fuego sagrado,
para que puedan convertirse en el sagrado pan
para el sagrado banquete de Dios.
Todo esto hará el amor con ustedes,
para que conozcan los secretos de su propio corazón…
Cuando amen, no digan: «Dios está en mi corazón»,
sino «Estoy en el corazón de Dios».
Y no crean que podrán dirigir el curso del amor:
será él quien, si les halla dignos, dirigirá su curso…
¿Qué le dices al Señor antes de finalizar el día?
¿Qué te dice el Señor en este día que concluye?