+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 7,14-23
Jesús fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto.
En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de Él y fue a postrarse a sus pies. Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio.
Él le respondió: “Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros”.
Pero ella le respondió: “Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos”.
Entonces Él le dijo: “A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija”. Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio.
Palabra del Señor.
Reflexión
En este pasaje encontramos que Jesús rompe las barreras impuestas por el judaísmo: misiona en Tiro territorio no judío-; acoge y habla con una mujer cananea –pagana- que le pide por su hija enferma; da una respuesta aparentemente despreciativa “no está bien quitar el pan de los hijos y dárselo a los perros” (los judíos llamaban perros a los paganos); y habla de migajas. Los prejuicios nos hacen olvidar que todos somos iguales aunque seamos diferentes en el color de la piel, en el modo de hablar, en las creencias religiosas, en la forma de ver la vida, en el pensar y sentir… Mirando el Evangelio nos llama la atención la presencia de una madre que hará todo lo posible para que Jesús la atienda, no por ella o sus necesidades, sino por su hija. Jesús no solo ve la oración de la mujer sino su amor maternal. Eso es suficiente para mover su corazón.
Preguntémonos hoy, ¿qué haces concretamente, superar los prejuicios?