Las palabras que Lucas pone en boca de los ángeles en la escena de la anunciación a los pastores son mucho más que un himno de alegría por el nacimiento del Salvador. Y lo son, porque constituyen como la obertura sinfónica de lo que va a ser toda la existencia de Jesús.
Cuando Pablo trate de expresar el descenso vertiginoso del Hijo a la densidad de nuestra historia, utilizará un verbo sobrecogedor: “se anonadó”, “se despojó de su rango”. “Se vació” de sí mismo. “Caro oblita sui”, dirá Ireneo: carne olvidada de sí misma. “El hombre para los demás”.
Qué extraña identidad la suya, habitada por una única referencia que Lucas desdobla aquí en dos términos: la gloria de Dios y la paz de los hombres.
¿Qué te dice el Señor en este día?