+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos».
Él les dijo entonces: «Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino;
danos cada día nuestro pan cotidiano;
perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación».
Palabra del Señor.
Reflexión
En este día el Evangelio según San Lucas nos introduce en la instrucción sobre la oración que hace el Señor Jesús en su firme y decidido camino hacia Jerusalén. Lo primero que nos dice es que Jesús rezaba y que enseña a orar, ya que «la oración conduce el espíritu hacia el encuentro y la unión con Dios, y por medio de la plegaria el alma se alimenta y se robustece [San Juan Damasceno]». Sigue la enseñanza del Padrenuestro, el cual trae, en esta versión, cinco peticiones (Mateo, en cambio, trae las siete peticiones que conocemos y rezamos), dos relativas a la gloria de Dios y tres relativas a las necesidades humanas. La oración empieza con la palabra Padre, que refleja la costumbre propia de Jesús de llamar a Dios Abbá (ver Mc 14,36; Gál 4,6; Rm 8,5), como se le llamaba al papá en la intimidad familiar, indicando la cercanía del Padre Dios para con nosotros sus hijos. Santificado sea tu nombre hace referencia a la promesa de Dios de sacar a su pueblo de entre los paganos para dedicarlo al servicio de su santidad. Que venga tu Reino hace referencia al mismo Jesús, predicador del Reino; por lo tanto, decidirse a favor de Reino de Dios es optar por Jesús y por su Evangelio. Danos cada día nuestro pan cotidiano, refiere a las necesidades diarias y apremiantes como lo son el sustento necesario y también la Eucaristía. Perdona nuestros pecados, invita a tomar a Dios como modelo de perdón, ya que, así como Él nos perdona tenemos que nosotros perdonar. No nos dejes caer en la tentación, pide a Dios que no permita que sucumbamos ante la tentación (ver Sant 1,13-15) ya sea en el día a día o en el ataque final del Demonio el último día.
Me doy un instante para meditar con calma cada una de las peticiones del Padrenuestro, puedo rezar la primera petición, hacer silencio, repetir la misma petición en voz alta o en el silencio de mi interior y así sucesivamente con las demás peticiones.