+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: “Se ha ido a alojar en casa de un pecador”. Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: “Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más”. Y Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”.
Palabra del Señor.
Reflexión
En la misma ciudad de Jericó, en la que curó al ciego (como leímos ayer), Jesús tiene un encuentro especial con el publicano Zaqueo (cuyo nombre significa “puro”), encuentro que sólo aparece narrado en el Evangelio según San Lucas; para este evangelista es importante esta escena porque, por un lado, muestra a un publicano que responde generosamente a la llamada del Señor y también, por otro lado, a un rico que, con grandes dificultades y por la acción del Maestro nazareno, logra desapegarse del dinero. Jericó (probablemente la ciudad más antigua de la tierra) estaba ubicada en una importante ruta comercial lo que favorecía el movimiento de grandes cantidades de dinero entre sus habitantes; esto naturalmente, favoreció el enriquecimiento, de dudosa reputación del publicano Zaqueo. Es conocida la mala fama que tenían, bien ganada, estos personajes que se enriquecían en beneficio de Roma y a costa de su propio pueblo; por eso no era bien visto que un “buen judío” hablara con un publicano, ya que este tipo de personas eran consideradas pecadores públicos, y por lo tanto, depreciables. Pero para Jesús todo es diferente, primero está la misericordia. En efecto, si bien es cierto que Zaqueo busca al Señor y quiere verlo, subiéndose incluso a un árbol (sicómoro), él lo hace por curiosidad; pero es el Señor el que busca con la mirada a Zaqueo y luego le dirige la palabra para decirle, ante el asombro de todos, que quiere alojarse en su casa; todos murmuran por la misericordia de Jesús, pero la misericordia del Señor transforma el corazón de Zaqueo y, lo hace hoy; esta palabra griega “sémeron” (=hoy) indica el hoy salvífico de Jesús, es la presencia del Mesías en la casa del pecador, presencia del reinado de Dios que salva “hoy” lo que todos consideraban perdido.
¿Cuál es mi actitud para con los pecadores? ¿Tengo en consideración que yo también soy tan pecador (a) como todos? ¿Cuál o cuándo fue mi primer encuentro con Jesús?