+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor».
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en Él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
Todos daban testimonio a favor de Él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: “¿No es éste el hijo de José?”
Pero Él les respondió: “Sin duda ustedes me citarán el refrán: «Médico, sánate a ti mismo». Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaúm”.
Después agregó: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino Naamán, el sirio”.
Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino.
Palabra del Señor.
Reflexión
Entramos en la semana número veintidós del “Tiempo durante el Año”, también llamado “tiempo ordinario” y, a partir de hoy lunes y hasta la última semana de este tiempo nos acompañará la lectura semicontinua del Evangelio según San Lucas. Lo empezamos a leer a partir del capítulo cuatro, versículo dieciséis, saltándonos el evangelio de la infancia, que se lee en Navidad; tampoco leemos el bautismo y las tentaciones. Nos ubicamos, entonces, en Nazareth, en la sinagoga donde Jesús hace la presentación solemne y programática de su misión. Hay que recordar que el culto de la sinagoga consistía en el canto de un salmo, la recitación del Shemá (ver Dt 6,4) y de las 18 bendiciones, una lectura de la Ley y otra de los Profetas, una homilía y la bendición. Como Jesús ya era conocido por su actividad sanadora, le invitan a hacer la lectura y comentario de los Profetas y Él, recibiendo el libro del profeta Isaías, lo abre, busca y lee un texto de Isaías 61,1-2 combinado con Isaías 58,6. Con esta cita, hecha a propósito por Él, el Maestro enseña que con Él se cumplen las profecías y, además, indica el programa de su misión, dedicada a los pobres y marginados, y no sólo de Israel, sino del mundo entero, tal como ya lo hicieron el profeta Elías y su discípulo el profeta Eliseo que atendieron a paganos, Elías a la viuda de Sarepta y Eliseo al general Naamán de Siria y cuyo ejemplo cita el Maestro para aclarar su misión ante su compatriotas que lo miran con perplejidad y reaccionan con rabia ante este programa; ellos, enfurecidos, quieren despeñarlo, pero Lucas nos dice que Jesús simplemente pasa por en medio haciendo referencia como triunfará de sus adversarios con la resurrección y la predicación de sus apóstoles.
¿Conozco a los profetas Elías, Eliseo o Isaías? ¿Qué me llama la atención de ellos? ¿Qué me dice el programa misionero de Jesús?