+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús dijo a sus apóstoles: “No piensen que he venido a traer la paz sobre la tierra. No vine a traer la paz, sino la espada. Porque he venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre y a la nuera con su suegra; y así, el hombre tendrá como enemigos a los de su propia casa. El que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá; y el que pierda su vida por mí la encontrará.
El que los recibe a ustedes me recibe a mí; y el que me recibe, recibe a Aquel que me envió. El que recibe a un profeta por ser profeta tendrá la recompensa de un profeta; y el que recibe a un justo por ser justo tendrá la recompensa de un justo. Les aseguro que cualquiera que dé a beber, aunque sólo sea un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños por ser mi discípulo no quedará sin recompensa”.
Cuando Jesús terminó de dar estas instrucciones a sus doce discípulos, partió de allí, para enseñar y predicar en las ciudades de la región.
Palabra del Señor.
Reflexión
El texto comienza con una afirmación que no se esperaría de Jesús. Cómo puede decir el que nos trae las bienaventuranzas de los pacíficos no he venido a traer la paz sino la espada. Jesús se refiere a otra cosa: Él va a ser motivo de división. Aquellos que lo sigan es muy probable que padezcan el rechazo de los propios miembros de la familia. Nadie ha dicho que la fe en Jesucristo sea fácil. La fe es una batalla en dos frentes principales: interior, contra nosotros mismos en nuestras inclinaciones más egoístas, destructivas u oscuras; exterior, contra las circunstancias, situaciones y personas que, en ocasiones, tratan de obstaculizar nuestro camino de seguimiento. Puede ocurrir que en el seno de nuestra familia, de nuestro entorno más querido, surja la incomprensión o el rechazo por el hecho de que seamos creyentes. Si esto sucede, la llamada del Maestro no es al odio o al rechazo, sino a la aceptación de esta realidad en forma de cruz, cargando con ella. Cuando experimentemos el rechazo de los nuestros, el Señor nos llama a no desanimarnos, y a que recordemos que esto forma parte del camino de su seguimiento. Que, ante situaciones así, que el rencor no reine en nuestro interior y hagamos oración por los que no nos entienden ni comprenden, para que algún día reciban a Cristo en su corazón.
Responder al llamado de Jesús, siempre deberá incluir ese “tirón” de la liberación interior y de la decisión renovada cada día frente a los obstáculos e incomprensiones. ¿Qué estoy haciendo para ser digno seguidor del Señor?