+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Los discípulos, que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: “¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo”. Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: “¿Tienen aquí algo para comer?”. Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: “Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos”. Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto”.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy celebramos el quinto día de la Octava de Pascua y ya hemos leído narraciones pascuales de los cuatro evangelios; hoy seguimos en la compañía del Evangelio según San Lucas que nos trae el relato de la Aparición a los Discípulos en Jerusalén, que es la continuación del texto de los discípulos de Emaús leído ayer (Lc 24,13-35). Los Once y los demás discípulos habían ya escuchado el testimonio de las Santas Mujeres que vieron el sepulcro vacío y a los ángeles (Lc 24,1-11), además del testimonio de Simón Pedro (Lc 24,34) y el de los discípulos de Emaús que vieron a Jesús Vivo (Lc 24,33-35); pero a ellos le faltaba la experiencia de encontrarse personalmente con el Resucitado, por eso el Señor llega donde ellos están reunidos. Aquí está el fundamento de la fe de los creyentes de todos los tiempos: la experiencia personal de encuentro con Jesús y el testimonio de los que han creído antes. Cristo Jesús fortalece la fe de sus discípulas y discípulos de dos maneras, la primera consiste en que les muestra que él no es un cadáver reanimado o revivido, sino que está “lleno de vida”, totalmente asumido en la vida divina, es totalmente trascendente, pero absolutamente real, por eso les muestra sus santas y gloriosas llagas y come ante ellos; la segunda manera de fortalecer la fe de los discípulos es el hecho de que les abre la inteligencia para que puedan comprender las Santas Escrituras, comprender que en Él se cumplen las Escrituras y que sólo Él las puede interpretar de verdad (Cfr Ap 5,1-14). Después de esto los envía a predicar a todo el mundo la conversión y el perdón de los pecados y los transforma en sus testigos.
¿Cuál fue mi primera experiencia de encuentro con Jesús? ¿Qué siento en mí cuando descubro que Cristo está Vivo? ¿De qué manera puedo ser testigo de Jesús?