+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
Los judíos tomaron piedras para apedrear a Jesús.
Entonces Jesús dijo: “Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿por cuál de ellas me quieren apedrear?”
Los judíos le respondieron: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios”.
Jesús les respondió: “¿No está escrito en la Ley de ustedes: «Yo dije: Ustedes son dioses»?
Si la Ley llama dioses a los que Dios dirigió su Palabra -y la Escritura no puede ser anulada- ¿cómo dicen: ‘Tú blasfemas’, a quien el Padre santificó y envió al mundo, porque dijo: ‘Yo soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me crean; pero si las hago, crean en las obras, aunque no me crean a mí. Así reconocerán y sabrán que el Padre está en mí y Yo en el Padre”.
Ellos intentaron nuevamente detenerlo, pero Él se les escapó de las manos.
Jesús volvió a ir al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan Bautista había bautizado, y se quedó allí. Muchos fueron a verlo, y la gente decía: “Juan no ha hecho ningún signo, pero todo lo que dijo de este hombre era verdad”. Y en ese lugar muchos creyeron en Él.
Palabra del Señor.
Reflexión
En este viernes de la quinta semana del Tiempo de Cuaresma el Evangelio según San Juan nos trae una controversia sobre el origen divino de Jesús. Todo parte con un nuevo intento de apedrear a Jesús (antes también en los capítulos 7 y 8), esta vez por la solemne declaración que acaba de hacer justo antes del texto de hoy (Jn 10,30): “El Padre y yo somo una sola cosa”. El Maestro de Nazaret no huye, sino que enfrenta a sus oponentes con un reto en forma de pregunta: “Les hice ver muchas obras buenas que vienen del Padre; ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?” (Jn 10,32b); el Señor recurre a sus milagros o señales realizados entre ellos como defensa ante el ataque, ciertamente el Maestro piensa en la curación del paralítico de la piscina de Betesda (Jn 5,1-9) y la curación del ciego de nacimiento (Jn 9,1-12), ambos signos obrados en Jerusalén delante de sus adversarios, que ahora quieren apedrearlo. La respuesta de los enemigos del Señor apunta al centro de la polémica: la identidad de Jesús; sus adversarios no lo atacan por alguna obra buena sino por blasfemia, ya que “siendo hombre te haces Dios” le dicen (Jn 10,33b). El Maestro de Nazaret responde usando la Escritura, en concreto el Salmo 82,6 en el que a los jueces se les llama dioses; si la Escritura llama dioses a los que escucharon la Palabra y no es blasfemia, con mayor razón no puede ser blasfemia el que el Hijo eterno que el Padre envió al mundo diga “Yo soy Hijo de Dios” (Jn 10,36b). «No se trata [dice San Atanasio] de que [Cristo] siendo hombre después haya llegado a ser Dios, sino que siendo Dios después ha llegado a ser hombre, sobre todo para divinizarnos a nosotros».
¿Creo que conocer a Jesús es conocer al Padre Celestial? ¿Creo que Jesús es el Hijo de Dios, igual al Padre? ¿Creo en Jesús como el único Salvador?