+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a doce, a los que les dio el nombre de Apóstoles, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios.
Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.
Palabra del Señor.
Reflexión
Avanzamos en la segunda semana del Tiempo durante el Año (“tiempo ordinario”). Después de habernos presentado la intensa actividad de Jesús en Galilea y la creciente demanda de la multitud que lo sigue, el Evangelio según San Marcos nos presenta hoy la consecuente elección e institución de los Doce. El evangelista deja en claro que esta elección no es hecha al azar ni a lo rápido, sino que, en una forma muy solemne, que Marcos describe con varios detalles. Para empezar, nos dice que el Maestro va a una montaña (v 13a) que es un lugar que expresa la cercanía con Dios y también el escenario de las revelaciones divinas más importantes, narradas en la Sagrada Escritura (Gn 22,1-18; Ex 19,1-6; Dt 32,48-50; 1Re 19,3-18). Otro dato destacado por Marcos es que en la elección no hay ningún mérito de los elegidos, esto indica que la elección responde sólo al insondable designio de la Voluntad del Señor: “llamó a su lado a los que quiso” (v 13b). Por otro lado, el número Doce naturalmente está relacionado con las doce tribus de Israel y expresa la intención de Jesús de convocar y reunir las 12 tribus para la era mesiánica que está llegando y conformar así el nuevo pueblo de Dios (v 14a). Por último, San Marcos nos dice que el motivo de la elección de los Doce es doble: “para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar” (v 14b); esto indica que para el discípulo y la discípula hay dos dimensiones complementarias y necesarias en el seguimiento del Maestro: formación y misión, contemplación y actividad, escucha y proclamación. Estas dos dimensiones se condicionan mutuamente: hay que estar con Él actuando y hay que actuar estando con Él; es lo que se llama ser “discípulos misioneros”.
¿En qué momento de mi vida he sentido el llamado del Señor? ¿Soy consciente de que no tengo ningún mérito para ser discípulo(a) de Jesús? ¿Cómo equilibro la contemplación y la acción en mi vida cristiana?