+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida:
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy leemos el último texto del Evangelio según San Lucas, ya que en este día termina el Tiempo durante el Año (Tempus per annum), también llamado Tiempo Ordinario y además termina el Año Litúrgico. El texto de hoy es la continuación de el de ayer que correspondía a la parábola de la higuera, hoy Lucas nos presenta la conclusión del Discurso Escatológico (Lc 21,5-38), ya que después de estos versículos sólo queda un breve sumario de la actividad de Jesús en el Templo de Jerusalén (Lc 21,37-38) para luego pasar a la narración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús (Lc 22,1-24,53), textos que ya leímos en la Semana Santa y la Pascua. El texto de hoy corresponde a una exhortación a la vigilancia; el cristiano no debe actuar como el rico insensato (Lc 12,19), sino como el servidor fiel, que espera en cualquier momento el regreso de su señor (Lc 12,37). Lo que está diciendo el evangelio es que el discípulo y la discípula no deben dejarse atrapar por las atracciones de este mundo para desviarse del camino evangélico; para evitar este camino equivocado es necesaria la oración incesante (vigilante); esto es de suma importancia pues, a través de las opciones hechas hoy es como el creyente prepara su encuentro futuro con el Hijo de Hombre. La vigilancia y la oración reciben su fuerza de la meta a la que conducen: el encuentro decisivo, misterioso y lleno de esperanza con el Señor resucitado. (Lc 21,36). Sobre esto comenta San Cipriano de Cartago: «Cerca está… el Reino de Dios; ya llegan la recompensa de la vida, el gozo de la salvación eterna, la alegría sin fin, la posesión del paraíso antes perdida… ya lo celestial sustituye a lo terreno, lo grande a lo pequeño, lo eterno a lo perecedero»..
¿Cuándo he actuado como el rico insensato y cuando como el servidor fiel? ¿Cómo es mi vida de oración? ¿Constante? ¿Vigilante? ¿Incesante? ¿Qué espero de mi encuentro definitivo con Jesús Resucitado?