+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús dijo a sus discípulos:
Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros. Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña.
Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: “Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo”. Y ellos fueron.
Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: “¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?”
Ellos les respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Entonces les dijo: “Vayan también ustedes a mi viña”.
Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: “Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros”.
Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: “Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada”.
El propietario respondió a uno de ellos: “Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿O no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?”
Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos.
Palabra del Señor.
Reflexión
En el día de hoy el Evangelio según San Mateo nos presenta la parábola de los trabajadores de la viña. El dueño de la viña sale a buscar trabajadores para su viña y lo hace a las 6, 9 y 12 de la mañana y a las 3 y 5 de la tarde, terminando la jornada de trabajo a las 6 de la tarde. A los primeros contratados el propietario les ofrece el sueldo de un denario (que es la suma correspondiente a una jornada de trabajo); a los demás contratados les ofrece pagar lo que sea justo. Al terminar la jornada el dueño de la viña paga a todos un denario, incluso a los que trabajaron sólo una hora, esto enoja a los que llegaron a las 6 de la mañana y trabajaron todo el día. Entonces el dueño los cuestiona porque él no ha hecho ninguna injusticia, o ¿Acaso se enojan porque él es bueno? Sobre el denario y la gracia de Dios, que es el dueño de la viña, comenta San Cirilo de Alejandría: «Da a todos un denario, que es la gracia del Espíritu, que perfecciona a los santos en conformidad con Dios; y estampando sobre sus almas el sello celestial, los lleva hacia la vida y la inmortalidad». Aquí, en esta parábola, se ponen en la balanza la justicia y el amor. ¿Qué pesa más en el corazón de Dios? Sabemos que la justicia es dar a cada uno lo suyo, pero también debemos saber que el amor es más grande y mejor que la justicia; ciertamente Dios es justo, pero por sobre todo Dios es amor, por eso al último lo trata igual que el primero. Ser justo está muy bien, pero ser bueno está mucho mejor.
¿Soy justo en el trato con los demás? ¿Procuro ser bueno además de ser justo? ¿Me enojo porque Dios es bueno con todos?