+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
Jesús subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a doce, a los que les dio el nombre de Apóstoles, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios.
Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó.
Palabra del Señor.
Reflexión
Seguimos en la segunda semana del Tiempo durante el año (tempus per annum), llamado en algunos lugares como “tiempo ordinario”. Después de habernos presentado la intensa actividad de Jesús en Galilea y la creciente demanda de la multitud que lo sigue, San Marcos nos presenta hoy la consecuente elección de los Doce. Esta elección no es hecha al azar ni a lo rápido, sino que en una forma muy solemne; el Maestro Nazareno va a una montaña que es un lugar que expresa la cercanía con Dios y también el escenario de las revelaciones divinas más importantes, narradas en la Sagrada Escritura. En la elección no hay ningún mérito de los elegidos, la elección responde sólo a la Voluntad del Señor: “llamó a su lado a los que quiso” (versículo 13). El número Doce naturalmente está relacionado con las doce tribus de Israel, es la intención de Jesús convocar y reunir las 12 tribus para la era mesiánica que está llegando y conformar así el nuevo pueblo de Dios. A varios de los elegidos el Señor les cambia el nombre, ya que «el nombre es una expresión sintética para indicar la cualidad propia de quien es llamado por él [comenta Orígenes]… Así, al cambiar la cualidad de Abram, se le llamó Abrahán, lo mismo que cuando cambió la de Simón, cambió el nombre en Pedro, y Saulo, perseguidor de Jesús, fue llamado Pablo». El motivo de la elección es doble: “para que estuvieran con Él, y para enviarlos a predicar”; esto indica que para el discípulo y la discípula hay dos dimensiones complementarias y necesarias en el seguimiento del Maestro: formación y misión, contemplación y actividad, escucha y proclamación. Estas dos dimensiones se condicionan mutuamente: hay que estar con Él actuando y hay que actuar estando con Él.
¿En qué momento de mi vida he sentido el llamado del Señor? ¿Soy consciente de que no tengo ningún mérito para ser discípulo(a) de Jesús? ¿Cómo equilibro la contemplación y la acción en mi vida cristiana?
