+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella.
A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; pero la madre dijo: «No, debe llamarse Juan.»
Ellos le decían: «No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre.»
Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. Este pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan.»
Todos quedaron admirados. Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios.
Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: «¿Qué llegará a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él.
Palabra del Señor.
Reflexión
Avanzamos hoy con el evangelio de la infancia según San Lucas, el cual nos presenta el Nacimiento de Juan Bautista. La escena que nos narra el evangelista está empapada por la alegría de la gente y la misericordia de Dios; la alegría es el signo de los tiempos mesiánicos que están llegando con el nacimiento de Juan, y la misericordia es la forma en que se revela la omnipotencia de Dios. El breve relato de Lucas trae tres temas: el nacimiento de Juan, la circuncisión y el nombre del recién nacido. El nacimiento del niño trae alegría a todos los que rodean a Isabel, por la misericordia que mostró el Señor al quitarle su vergüenza de no tener hijos (ver Lc 1,25). A los 8 días, como era la costumbre se reunieron para circuncidar al niño y ponerle el nombre. La circuncisión era un acto muy solemne pues era una señal de identidad para los israelitas. Aunque la costumbre más antigua era colocar el nombre del abuelo al recién nacido, tardíamente entró también la costumbre de colocarle el nombre del papá, pero Isabel insiste en que debe llamarse Juan y, ante las objeciones de todos los presentes, el padre interviene y el niño recibe el nombre simbólico de Juan (Yehohanán = Yahvé ha sido misericordioso). Culmina el relato mostrando la alabanza a Dios por parte de Zacarías y el temor que invade a todos los presentes, signos del reconocimiento de estar ante una intervención especial de Dios: es el tiempo de la Salvación. Comenta Efrén de Nisibi: «el que habría de ser decapitado anunciaría al que sería crucificado; el que sería odiado proclamaría al que sería enviado; el que bautizaría en agua al que bautizaría en fuego y en el Espíritu Santo; la luz brillante proclamaría al sol de justicia…».
¿He experimentado la misericordia de Dios? ¿Vivo la alegría de la salvación que me da Jesucristo? ¿Soy misericordioso (a)?