+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús hablaba a sus discípulos acerca de su venida:
Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.
Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre.
Palabra del Señor.
Reflexión
Hoy estamos terminando las treinta y cuatro semanas del “Tempus per Annum” (Tiempo durante el Año), antes también llamado Tiempo Ordinario; en esas semanas hemos leído, en forma semi continua, los evangelios según San Marcos, primero y según San Mateo, a continuación, y hoy leemos el último texto del Evangelio según San Lucas. El texto de hoy es la continuación de el de ayer (la parábola de la higuera), la conclusión del Discurso Escatológico, ya que después de estos versículos hay un breve sumario de la actividad de Jesús en el Templo de Jerusalén para luego pasar a la narración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. El texto de hoy corresponde a una exhortación a la vigilancia; el cristiano no debe actuar como el rico insensato (Lc 12,19), sino como el servidor fiel, que espera en cualquier momento el regreso de su señor (Lc 12,37). Lo que está diciendo el evangelio es que el discípulo y la discípula no deben dejarse atrapar por las atracciones de este mundo para desviarse del camino evangélico; para evitar este camino equivocado es necesaria la oración incesante (vigilante); esto es de suma importancia pues, a través de las opciones hechas hoy es como el creyente prepara su encuentro futuro con el Hijo de Hombre. La vigilancia y la oración reciben su fuerza de la meta a la que conducen: el encuentro decisivo, misterioso y lleno de esperanza con el Señor resucitado. (Lc 21,36).
¿Cuándo he actuado como el rico insensato y cuando como el servidor fiel? ¿Cómo es mi vida de oración? ¿Constante? ¿Vigilante? ¿Incesante? ¿Qué espero de mi encuentro definitivo con Jesús Resucitado?