Más conocida como Maín, se sintió amada por Dios y quiso proclamarlo a todo su pueblo. Estaba atenta a todo lo que ocurría en su propio entorno y se entregaba a ayudar a todos los que lo necesitaban. María Mazzarello desplegó su misión entre las chicas más necesitadas de su zona. Junto con otras amigas, les enseñan a leer, a escribir, a coser, al tiempo que les proporcionan agradables y alegres recreos, y les explican la buena noticia del Evangelio. Don Bosco la escogió para iniciar el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Como Superiora se mostró hábil formadora y maestra de vida espiritual. Tenía el carisma de la alegría serena, irradiando gozo e implicando a otras jóvenes en el empeño de dedicarse a la educación de la mujer. María Mazzarello nos invita a que descubramos la santidad, a que crezcamos en la humildad y la caridad.
Claudia Martí
Salesianos Concepción
¿Qué hacemos para crecer en santidad?