+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Jesús entró en Cafarnaúm. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a sanar a su servidor. Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: “Él merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga”. Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: “Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo –que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes– cuando digo a uno: ‘Ve’, él va; y a otro: ‘Ven’, él viene; y cuando digo a mi sirviente: ‘¡Tienes que hacer esto!’, él lo hace”. Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: “Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe”. Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano.
Palabra del Señor.
Reflexión
Estamos en la semana veinticuatro del “Tiempo durante el Año”. Recordemos que desde la primera a la novena semana hemos leído a San Marcos y, desde la décima a la vigésima primera, a San Mateo. Desde la semana número veintidós de este tiempo estamos leyendo el Evangelio según San Lucas, quien a partir de hoy nos presenta una sección narrativa que contiene varios milagros y en la cual Jesús aparece traspasando los límites entre lo puro y lo impuro, para restablecer a las personas que son marginadas por esa división, por eso quienes escuchan y comprende su mensaje son los paganos, los publicanos, los pecadores y los enfermos desahuciados. El primer hecho es la curación del sirviente del centurión; Lucas nos dice que él envió emisarios judíos a Jesús para pedir la sanación de su siervo y el Señor accede a ir con ellos. El evangelista destaca con varios detalles la bondad de este centurión pagano: dice que ama al pueblo de Dios, que ayudó a construir la sinagoga, que busca la sanación de su esclavo a quien quiere mucho, que no quiere que Jesús entre en su casa y contraiga impureza ritual; pero lo que realmente hace santo a este pagano no son todas esas características sino su fe sin igual en la persona de Jesús, esto lo hace notar el Señor al comentar que este pagano ha creído en contraste con los judíos (que no creen), a quienes estaba dirigido el anuncio en primer lugar. «Mira [comenta Máximo de Turín], el piadoso centurión se hace digno de recibir la salvación, cuando se declara indigno; y cundo considera indigna su propia casa como inaceptable, es cuando la convierte en honorable y aceptable… El señor no fue a su casa, pero fue la curación del Señor… la curación del Salvador».
¿Qué puedo aprender del centurión para mi vida? ¿Me preocupo por la salud de los demás? ¿Qué diría Jesús acerca de mi fe?