En Antioquía, donde el río Assi corre a encontrarse con el mar, se construyó un puente para acercar una mitad de la ciudad a la otra mitad. Fue construido con enormes piedras cargadas desde lo alto de las colinas sobre el lomo de las mulas.
Cuando el puente fue terminado se grabó sobre el pilar en griego y en arameo: “Este puente fue construido por el Rey Antíoco II”.
Una tarde, un joven, tenido por algunos como un loco, descendió hasta el pilar donde se habían grabado las palabras, y las cubrió con carbón y escribió por encima: “Las piedras del puente fueron traídas desde las montañas por las mulas. Al pasar de ida o de vuelta sobre el puente están cabalgando sobre los lomos de las mulas de Antioquía, constructoras de este puente”.
Y cuando la gente leyó lo que el joven había escrito, algunos se rieron y otros se maravillaron. Pero una mula dijo a otra: “¿No recuerdas, acaso, que verdaderamente nosotras acarreamos esas piedras? Y, sin embargo, hasta ahora se decía que el puente lo había construido el Rey Antíoco.
¿Quién hace de verdad las cosas? ¿A quién valoramos y premiamos?