Un sacerdote estaba observando a una mujer que se encontraba sentada, con la cabeza hundida entre
sus manos, en un banco de la iglesia vacía.
Pasó una hora… Pasaron dos horas.. y allí seguía.
Pensando que se trataría de un alma afligida y deseosa de que la ayudaran, el sacerdote se acercó a
la mujer y le dijo: “¿Puedo ayudarla en algo?”
“No, Padre, muchas gracias”, respondió ella. “He estado recibiendo toda la ayuda que necesitaba…”
“¡…hasta que usted me ha interrumpido!”.(A. De Mello, La oración de la rana).
¿Qué te dice el Señor en este día que concluye?