+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos
Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y Él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se sane y viva”. Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados.
Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: “Con sólo tocar su manto quedaré sanada”. Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba sanada de su mal.
Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de Él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud, preguntó: “¿Quién tocó mi manto?”
Sus discípulos le dijeron: “¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?” Pero Él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido.
Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a sus pies y le confesó toda la verdad.
Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda sanada de tu enfermedad”.
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: “Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?” Pero Jesús, sin tener en cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que creas”. Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la sinagoga.
Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba. Al entrar, les dijo: “¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme”. Y se burlaban de Él.
Pero Jesús hizo salir a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los que venían con Él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le dijo: “Talitá kum”, que significa: “¡Niña, Yo te lo ordeno, levántate!” En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y Él les mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido. Después dijo que dieran de comer a la niña.
Palabra del Señor.
Reflexión
Retomamos la lectura semi continua del Evangelio según San Marcos y seguimos en la sección que narra cuatro milagros de Jesús; Marcos ya ha presentado la tempestad calmada y el exorcismo del endemoniado de Gerasa, ahora corresponde el relato de un milagro doble, en realidad, de dos milagros unidos por Marcos ya que ambos tienen elementos comunes: dos mujeres que sufren, el número doce y algunas palabras como fe, temor, curada, hija. El relato de la curación de la hemorroisa está intercalado en el relato del otro milagro. La mujer sufre hemorragias por largos doce años y eso la convierte en “impura” según la ley de Moisés. Por eso se acerca a hurtadillas a Jesús, quizá por miedo a la gente o por miedo a tocar y contaminar a los demás; ella confía totalmente en la santidad y en el poder de Jesús por eso le basta con tocar su manto, y así lo hace y la curación es inmediata; el Maestro se da cuenta y pregunta y ella asustada confiesa, quizá pensó que había contagiado a Jesús, pero Él la alaba diciéndole “tu fe te ha curado (salvado)” y le promete una curación definitiva. El relato de la resucitación de la hija de Jairo enmarca al anterior. En primer lugar, se presenta el alto dignatario judío de la sinagoga suplicando con humildad a Jesús por la sanación de su hijita de doce años que está gravemente enferma. En segundo lugar, Jairo se entera de que su hija ha muerto y cunde la desesperanza, pero Jesús continúa hacia la casa y fortalece la fe de Jairo. Al llegar Jesús le dice levántate (egeire) y ella se levantó (aneste), cabe destacar que las dos palabras griegas aquí usadas para “levantarse”, hacen referencia a la resurrección de Jesús.
¿Cómo es mi fe en Jesús comparada con la de Jairo y la de la Hemorroisa? En el dolor y en la enfermedad, ¿Confío en el Señor? ¿Me intereso por ayudar a los enfermos?