San Agustín (354-430), obispo de Hipona (norte de África) y doctor de la Iglesia universal, en su lenguaje tiene una extraordinaria fuerza expresiva. En pocas palabras logra decir mucho y bien. Veamos un ejemplo: «La soberbia hace su voluntad, la humildad hace la voluntad de Dios».
La soberbia tiene como objetivo primordial hacer siempre su voluntad. La humildad, en cambio, hace la voluntad de Dios y la sigue fielmente.
El soberbio coloca su «yo» por encima de todo, y esta conducta le lleva a tiranizar al otro y despreciarlo. La persona humilde, sin embargo, modera su «yo», respeta a los demás y busca hacer la voluntad de Dios. Dos polos diametralmente opuestos. El defecto y la virtud frente a frente. El mal y el bien como dos caras de una misma moneda. En la soberbia radica el mal; en la humildad resplandece el bien.
¿Qu{e signos de humildad percibo en mi entorno, en la sociedad hoy?