En La Sagrada Escritura, a menudo se usa la imagen del matrimonio para hacer ver la relación que existe entre Dios y el hombre, Dios y su pueblo, Dios y su Iglesia. Dios es siempre fiel y nos pide fidelidad. Cuando no hay fidelidad, la relación de amor se destruye por completo. Cuando en un matrimonio, en una relación de pareja, y en toda relación de amor, no hay fidelidad, se ha destruido el amor y sólo queda cosechar el dolor, la amargura, el vacío interior… la soledad.
Una infidelidad matrimonial puede tirar por la borda toda una vida vivida juntos: introduce la mentira y el engaño, destruye la confianza, produce heridas que perdurarán por toda la vida… Lamentablemente, es fácil creer que es hombre aquel que tiene muchas mujeres, que la infidelidad es parte de la vida del hombre… y es triste que sea así, porque sin fidelidad no hay amor, y sin amor no ha felicidad, no hay vida. Seamos imitadores de Dios que, porque es amor, en las buenas y en las malas, a pesar de nuestras infidelidades, es siempre fiel, y nunca nos abandona.
¿Qué le dices a Dios al terminar este día?