+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús dijo:
Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque, habiendo ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes, las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Palabra del Señor.
Reflexión
San Mateo nos presenta hoy las primeras dos partes de un discurso de revelación que nos muestra a Jesús como revelador de la sabiduría divina. En primer lugar, un breve himno de acción de gracias o expresión gozosa por la revelación, dicho en el contexto de la desazón de Jesús por el rechazo sufrido por parte de esta generación y de su lamentación por la actitud impenitente de las ciudades galileas. Jesús alaba al Padre por la revelación que ha hecho y constata que esta ha sido acogida por los humildes, en cambio para los sabios y prudentes ha permanecido oculta. La expresión sabios y prudentes hace referencia a los maestros de la ley, los escribas y doctores que ocupan la cátedra de Moisés y que han atribuido la obra de Jesús al poder del príncipe de los demonios; se trata de personas que creen que no tienen nada que aprender de alguien humilde como Jesús; esa pretensión de ser sabios les cierra los ojos y los oídos a la presencia del Reino de los Cielos en la persona del sencillo carpintero de Nazareth, la seguridad que sienten en su propia doctrina no les permite dejarse interpelar por el mensaje del Reino de Dios. En cambio, los pequeños acogen la llegada del Reinado de Dios, porque no tienen seguridades doctrinales a las que sujetarse, ya que la palabra pequeños hace referencia a los simples, incluso ignorantes o de “pocas luces”. Se trata de la gente sencilla emparentada con los niños, los agobiados, los afligidos y las ovejas sin pastor. En segundo lugar, Mateo nos presenta el contenido de la revelación: es Jesús como el Hijo eterno sin el cual nadie puede conocer al Padre Celestial, revelación que los discípulos lograrán comprender en toda su dimensión sólo después de la Pascua).
¿Dónde está puesta mi seguridad, en Jesús o en mis conocimientos? ¿Hasta qué punto creo que el Reino de Dios actúa en mí? ¿Cómo puedo ser sencillo (a) a los ojos del Señor?