+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Se presentó a Jesús un alto jefe y, postrándose ante Él, le dijo: “Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá”. Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, pensando: “Con sólo tocar su manto, quedaré sana”. Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: “Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado”. Y desde ese instante la mujer quedó sana.
Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: “Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme”. Y se reían de Él. Cuando hicieron salir a la gente, Él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. Y esta noticia se divulgó por aquella región.
Palabra del Señor.
Reflexión
El Calendario Romano tiene asignado para este día a Santo Tomás Apóstol, celebración litúrgica que tiene la categoría de Fiesta, por lo tanto, las lecturas bíblicas se toman del Leccionario Santoral, en concreto, el evangelio de hoy corresponde a lo que se llama “lectura propia”, porque en ella se nombra al santo que se celebra, en este caso se nos narra el encuentro de Santo Tomás con el Señor Resucitado. Recordemos que, en la primera aparición de Jesús Resucitado a los Once (ocho días antes), Tomás no se encontraba presente y, cuando recibe la noticia de que sus hermanos han visto al Señor él se niega a creer hasta que vea las heridas de Jesús y pueda poner sus dedos en ellas. Cristo resucitado, al Domingo siguiente, vuelve a aparecerse ante los Once y, con su acostumbrada paciencia y misericordia, cumple las exigencias de Tomás, le muestra sus heridas, le invita a tocarlas y por lo último lo invita a creer en Él. Pero Santo Tomás, y esto muchas veces lo olvidamos, en ningún momento se acerca a mirar y tocar las heridas, sino que inmediatamente proclama la fórmula de confesión de fe más hermosa, más elevada y certera, “teológicamente” hablando, de todo el evangelio: “¡Señor mío y Dios mío!”, esta confesión es la culminación de la cristología del Cuarto Evangelio, ya que aclama a Jesús crucificado y exaltado como Señor y Dios, reconociendo así al Maestro de Nazaret como Dios igual al Padre Celestial.
Me pregunto ¿En qué me parezco a Santo Tomás Apóstol? ¿Creo que Jesús es mi Señor y mi Dios? ¿Qué le diría a Jesús al encontrarme con Él cara a cara?