+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús dijo a sus discípulos:
No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes.
¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Deja que te saque la paja de tu ojo”, si hay una viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.
Palabra del Señor.
Reflexión
Ayer Domingo hemos iniciado la semana número doce del Tiempo durante el año, en esta semana seguimos en compañía del Evangelio según San Mateo quien nos trae una enseñanza de Jesús que nos dice que no debemos ser la conciencia o el censor del otro, siempre que nos sea posible deberíamos ocuparnos de nuestros asuntos y no meternos en la vida del otro; para esto el Maestro nos presenta en esta ocasión el mandato de no juzgar, mandato que choca fuertemente con la práctica muy común, por parte nuestra, de juzgar a los demás y, a veces, sin misericordia; esto es mucho más complicado si recordamos que la justicia de Dios se basa, total y absolutamente, en su infinita misericordia. Ciertamente en nuestra vida cotidiana solemos emitir juicios sobre otras personas, incluso, a veces, es necesario que lo hagamos por nuestra condición de padres, hijos, jefes, profesores, amigos, hermanos, etc. La solución a este dilema está en los versículos 3 al 5, en la colorida y exagerada comparación que hace Jesús entre una viga (de madera) y la paja (astillita); es decir, no puedo ver bien para sacar la paja del ojo de mi hermano, si tengo una viga en mi ojo; o sea, debo juzgarme a mí mismo, mirarme a mí mismo para ser más humilde al momento de emitir un juicio sobre mi hermano; esto es necesario porque nuestro juicio jamás será certero como el de Dios; por eso, Jesús enseña que no debemos caer en la tentación de usurpar el juicio definitivo de Dios que es el único que conoce el corazón (ver 1 Sam 16,7; Jr 17,10); hay que aprender a ser misericordioso como es Dios, porque el criterio que yo use para juzgar a los demás es el que usará Dios para conmigo (versículo 2).
¿Con qué criterio juzgo a los demás? ¿He aprendido a practicar la misericordia? ¿Hasta qué punto soy capaz de juzgarme a mí mismo antes de juzgar a otros?