Nuestra participación en la vida de comunidad, en el trabajo, nos permite ir aprendiendo que nuestras relaciones no suelen estar fundadas en la búsqueda del Reino de Dios (la voluntad de Dios), sino sobre una “falsa armonía” basada en el miedo y en el temor. Muchas veces se da una armonía basada en temores mutuos. La convivencia en la comunidad, el trabajo o el mismo servicio a la Misión, poco a poco nos permite que nos vayamos conociendo más entre nosotros. Así al cabo de un tiempo a medida que vamos conociendo nuestros propios fallos y defectos, también vamos conociendo los de los demás. Descubrimos en qué cosas mis hermanos o compañeros de trabajo son vulnerables, débiles y a la vez en qué cosas yo también soy hábil. Y esto lo vamos aprendiendo a través de pequeños enfrentamientos más o menos conflictivos que se alternan con pequeñas o grandes treguas. Hemos aprendido cuál es el punto débil del otro, pero como que el otro sabe cuál es mi punto débil…
¿Qué armonía estoy construyendo?