Entrar en la misión de Jesús es entrar en la prolongación del diálogo íntimo que comienza en el seno de la Trinidad y que el Hijo manifiesta ofreciéndose hasta la muerte en la cruz. Y este diálogo ha de prolongarse entre nosotros y los hombres, que son los destinatarios.
Todo hace especialmente difícil la continuación de este diálogo que empieza en Dios y del que nosotros somos traductores. Pero hace también más necesario, más urgente, este diálogo llenando de sentido toda existencia humana que vive a pleno tiempo para él. Todo hace que nuestra misión tenga que surgir de un profundo espíritu de fe, de vida sobrenatural, de una gran esperanza, de esfuerzo y de crecimiento, actitudes todas que reaniman y rejuvenecen en nosotros la verdadera figura de la Iglesia.
Tenemos que descubrir a Aquel que, en Jesucristo, ha escogido tomar parte en la aventura humana y ligarse irrevocablemente a su destino. Nuestro mundo necesita más testigos que doctores, más obras que palabras. Nuestro mundo necesita ver hoy en nosotros la encarnación, la cruz, el gozo pascual. Que ese fue, y sigue siendo, el diálogo, la palabra de Dios amando hasta el extremo.
¿Qué te dice el Señor en este día que concluye?