Eterno Señor de todas las cosas, siento tu presencia en mí.
Siento tu mano bien cerca de mí y de la multitud de seres a mi alrededor, los ángeles y los santos. Con tu ayuda, pido por favor, que quiera hacer un ofrecimiento: quiero que sea mi deseo y mi elección, con la condición de que sea tu deseo, caminar por la tierra como caminaste por ella.
Sé que viviste en un pequeño poblado, sin lujo y sin una gran educación. Sé que rechazaste el poder político. Sé que Tú sufriste: los líderes te rechazaron. Los amigos te abandonaron. Y Tú caíste. Yo lo sé. Detesto pensar en todo eso. Nada de eso me parece romántico o muy útil. Pero, me parece una cosa maravillosa que tu divina majestad me llame para seguirte.
¿Qué te dice el Señor al finalizar el día?