Dios todopoderoso y eterno, dame la fuerza de espíritu para reconocer mis pecados y el coraje de sentir vergüenza por ellos.
Haz que me sienta confuso, para que mis pecados no me destrocen, como destrozan a los otros. Enséñame a llorar por las heridas y daños que yo he infligido a los demás con mi pecado.
Por favor, Señor, yo quiero realmente vivir consciente de cómo he dejado que esta raíz terrible del mal esté presente en mí y en mi mundo. Amén.
¿Qué le dices al Señor, antes de terminar el día?