De mis oraciones quiero hablarte, Señor. Y si otras veces me parece que te fijas poco en lo que mis oraciones quieren decirte, escucha siquiera esta vez mis palabras. ¡Ay, Señor Dios, no me admiro que mis oraciones caigan al suelo tan lejos de Ti! Si yo mismo muchas veces no escucho lo que estoy rezando. Mi oración muchas veces es para mí una mera “tarea”, un “pensum” que cumplo y después de lo cual estoy contento porque ya lo he pasado. Y por eso en la oración estoy en mi “tarea”, en lugar de estar orando contigo.
Sí, así es mi orar. Lo reconozco. Pero, Dios mío, no puedo casi lograr arrepentirme de esa mi oración que en realidad no lo es. ¿Cómo podría el hombre hablar contigo? Estás tan lejos, y eres tan incomprensible. Cuando oro es como si todas mis palabras cayeran en una oscura sima, de la cual no regresa eco alguno que pudiera avisar que mis oraciones han dado con el fondo de tu corazón. Señor, orar toda una vida, hablar sin recibir una respuesta, ¿no es demasiado para mí? ¿Comprendes que ando escapando de ti una y otra vez, y que trato y hablo con hombres y objetos que me dan una respuesta? ¿O debo aceptar como palabra e iluminación tuya la emoción que me llega cuando oro, o la ocurrencia que me viene a propósito de la meditación? ¡Ay, Dios mío! los devotos llegan aquí al instante. Pero se me hace muy difícil creer esto. Una y otra vez me vuelvo a encontrar a mí mismo en todas estas experiencias y solamente oigo el vacío eco de mis propias llamadas. Y, sin embargo, yo quiero tu palabra, te quiero a Ti mismo. Yo mismo y mis ocurrencias son a lo más útiles para los otros, inclusive cuando estas ocurrencias se refieren a Ti, y las gentes las tienen a lo mejor como profundas. Me estremezco ante mis “profundidades”, que son solamente la superficialidad de un hombre, y por añadidura muy vulgar. Una “interioridad” en la cual sólo se encuentra uno a sí mismo, vacía el corazón mucho más que todas las disipaciones y perdiciones en el trajín del mundo. Únicamente me puedo soportar a mí mismo por la oración. Pero ¿cómo he de poder hacer esto si Tú no te me muestras, si te quedas tan lejos? ¿Por qué guardas silencio? ¿Por qué me encargas hablarte si parece que no escuchas? Si estás mudo, ¿no es esto una señal de que no me haces caso?
¿Qué le dices al Señor antes de finalizar el día?
¿Qué te dice el Señor en este día que concluye?