Mientras mi corazón descanse
en pasados tesoros,
estaré fosilizado, endurecido, muerto,
pues la vida está sólo en el presente.
Así pues, me desprendo
de cada uno de esos pasados tesoros,
de esos dorados «ayeres».Y a cada uno le explico que,
aunque le estoy sumamente agradecido
por haber entrado en mi vida,
ahora debe salir de ella…
de lo contrario, mi corazón
no aprenderá jamás a amar el presente…Pero mi corazón también está en el futuro.
Sus angustiados temores
por lo que habrá de ser el mañana
consumen mucha de la energía necesaria
para vivir plenamente lo que es el hoy.
Hago una lista de esos temores…
y a cada uno le digo:
«hágase la voluntad de Dios»,…y observo el efecto que ello produce en mí,
sabiendo en el fondo de mi alma
que Dios únicamente puede desear mi bien…
¿Qué le dices al Señor antes de finalizar el día?