+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas
Mientras Jesús estaba en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús, se postró ante Él y le rogó: “Señor, si quieres, puedes purificarme”.
Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda purificado”. Y al instante la lepra desapareció.
Él le ordenó que no se lo dijera a nadie, pero añadió: “Ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio”.
Su fama se extendía cada vez más y acudían grandes multitudes para escucharlo y hacerse sanar de sus enfermedades. Pero Él se retiraba a lugares desiertos para orar.
Palabra del Señor.
Reflexión
Estamos en los últimos días del Tiempo de Navidad y, hoy viernes, San Lucas nos trae un relato de milagro, La curación de un leproso. Según el Antiguo Testamento el leproso era impuro (Lv 13,46), ya que la lepra se consideraba un “castigo de Dios” por los pecados cometidos. Tan terrible era la situación de los leprosos que sólo podían ser curados por una intervención de Dios (2 Re 5,7), por eso la desaparición total de la lepra era una de las bendiciones esperadas para los tiempos mesiánicos (Is 35,8). La lepra, además de la enfermedad, conllevaba la exclusión y marginación social. Cuando Jesús cura al leproso demuestra con su poder que Él es el Mesías, pero por, sobre todo, sana físicamente al enfermo y le devuelve su dignidad social y religiosa; es la respuesta llena de misericordia del Maestro de Nazaret, ante la hermosa confesión de fe del leproso, el cual sabe que Jesús puede curarlo, por eso lo llama Señor y se postra “rostro en tierra” ante Él. El leproso se confía totalmente a Jesús, ya que sabe que Él puede curarlo, pero no sabe si quiere curarlo; así experimenta la misericordia de Dios en la persona de Jesús, el cual nos viene a enseñar que su misión (y también la nuestra) es incorporar a la comunidad a todos los que, por un motivo u otro, han sido excluidos por los hombres.
¿He marginado o excluido a alguien? ¿He comprendido que Misericordia es el Nombre de nuestro Dios, como dijo el Papa Francisco? ¿Se parece mi fe a la fe del leproso?