Cuando hayas aligerado tu ser, desata, aún más lejos, las fibras de tu substancia. En el amor exagerado que te tienes, te asemejas a una molécula encerrada sobre sí misma, que no pudiera entrar, fácilmente, en cualquier combinación nueva. Dios espera de ti más apertura y más agilidad. Para pasar en El necesitas ser más libre y valiente. Renuncia, pues, a tu egoísmo y a tu miedo de sufrir. Ama a los otros como a ti mismo, es decir, introdúcelos en ti a todos, incluso a aquellos que no querrías si fueras pagano.
Acepta el dolor. Toma tu cruz, ¡oh, alma mía!
Teilhard de Chardin SJ
¿Qué te dice el Señor, al terminar este día?