Les pido crecer en actitud de mayor hondura en nuestra experiencia espiritual, personal, insustituible. Nuestra fe como don de Dios está a la base de toda nuestra vida y muy especialmente a la base de la sensibilidad evangélica (Lc. 8,2) con la que hemos de contemplar nuestro mundo de modo que con todas nuestras fuerzas nos entreguemos a su transformación en Cristo.
Si ahondamos más y queremos conocer el amor con que Jesús nos ama, oigamos sus palabras: “como el Padre me amó, yo también les he amado” (Jn 15,9)… Podría parecer imposible que Jesús nos amara con el mismo amor con que es amado por el Padre; sin embargo, cómo puede ser de otro modo si participamos de la naturaleza divina, como dice San Juan: “miren que amor nos ha mostrado el Padre que seamos llamados hijos de Dios y lo seamos”.
(P. Arrupe sj)
¿Qué te dice el Señor?