Repliega tus alas ¡oh, alma mía!, que habías abierto, tan grandes, para alcanzar las cumbres terrestres donde la luz es más ardiente. Espera a que el Fuego descienda, si es que quieres que tú seas de Él.
Para atraer su poderío, relaja primero los afectos que te religan todavía a objetos demasiado queridos por ellos mismos. La verdadera unión que debes perseguir con las creaturas que te atraen, no se realiza yendo derecho a ellas, sino convergiendo con ellas hacia Dios, buscando a través de ellas. No es materializándose en un contacto carnal, sino espiritualizándose en Dios como las cosas se aproximan, y llegan, siguiendo su pendiente invencible, a no ser más que una, todas conjuntamente. Sé, pues, casta, ¡oh, alma mía!
Teilhard de Chardin SJ
¿A qué te invita el Señor en este día?