+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Jesús habló diciendo:
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertos y de podredumbre! Así también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de iniquidad.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas de los justos, diciendo: “Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubiéramos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas”! De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmen entonces la medida de sus padres!
Palabra del Señor.
Reflexión
En el día de hoy el evangelista San Mateo nos presenta las últimas dos maldiciones contra los fariseos, la sexta y la séptima; estas dos están relacionadas entre sí por las palabras sepulcros y justos, que aparecen en ambas. La sexta, hace referencia a la vida de puras apariencias de los escribas y fariseos; se refiere a los magníficos mausoleos de mármol o mejor aún a la costumbre de pintar las tumbas de blanco (sobre todo para la Pascua) como señal visible para que la gente no las pise y contraiga así impureza legal; el Señor les reprocha que ni el más hermoso revestimiento exterior puede ocultar una vida interior llena de pecado. La séptima maldición hace referencia a la costumbre judía de construir grandes sepulcros para venerar a los profetas y los justos martirizados, reconociendo que sus antepasados los mataron, pero diciendo que ellos no lo harían; Jesús les reprocha que son hijos de los que mataron a los profetas y es que decir que alguien es “hijo de” tal, significa afirmar que ese alguien es igual a ese tal; con toda su fuerza el Maestro los encara diciéndoles que ellos van a colmar la medida de sus padres, ya que han decidido matar no sólo a un profeta o justo, sino al Hijo de Dios.
¿Suelo vivir de las apariencias? ¿Ocupa el Señor el lugar principal en mi corazón? ¿Jesús murió por mí, de qué manera se lo agradezco?