+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo
Pasado el sábado, al amanecer el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto hubo un fuerte temblor de tierra, porque un ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose al sepulcro, quitó la piedra que lo cerraba y se sentó sobre ella. El ángel brillaba como un relámpago y su ropa era blanca como la nieve. Al verle, los soldados temblaron de miedo y se quedaron como muertos.
El ángel dijo a las mujeres: “No se asusten. Sé que están buscando a Jesús, el crucificado, pero no está aquí; ha resucitado, como dijo. Vengan a ver el lugar donde lo pusieron. Vayan deprisa y digan a sus discípulos: ‘Ha resucitado y va a ir a Galilea antes que vosotros. Allí lo verán’. Esto es lo que yo tenía que decirles”.
Las mujeres se alejaron a toda prisa del sepulcro, asustadas pero, a la vez, con mucha alegría, y corrieron a llevar la noticia a los discípulos. En esto, Jesús se presentó ante ellas y las saludó. Ellas, acercándose a Jesús, le abrazaron los pies y le adoraron. Él les dijo: “No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea, y que allí me verán”.
Palabra del Señor.
Reflexión
En este sábado santo, el texto de Mateo es el que se lee este año en la Vigilia Pascual, constituye la primera experiencia de fe en la resurrección de Jesús. No se describe el hecho, imposible hacerlo, pero si la actitud de algunos testigos y el relato de algunos signos. De este modo, se nos comparte el recuerdo de unas mujeres admirables que, al amanecer del sábado, se han acercado al sepulcro donde ha sido enterrado Jesús. No lo pueden olvidar. Le siguen amando más que a nadie. Mientras tanto, y a diferencia de ellas, otros han huido y permanecen tal vez escondidos. En estos días, hemos visto abundancia de propuestas digitales para encontrarnos con El Señor y vivir estos días santos. Parece importante señalar a la luz del evangelio, si queremos encontrar a Cristo resucitado, lleno de vida y fuerza creadora, no hemos de buscarlo sólo en el cumplimiento externo de preceptos y ritos rutinarios o en fórmulas gastadas, vacías de amor vivo a Jesús. Muy por el contrario, debemos reencontrarnos con aquella primera escucha del evangelio, a aquella pasión sencilla y profunda con que se nos compartió la persona de Jesús y ponerlo a él al centro. De este modo viviremos verdaderamente la Pascua y podremos responder a la llamada del Señor: regresar a Galilea. Para reconocerlo presente y vivo en medio nuestro, para mirar la realidad con ojos nuevos.
Regalándonos un tiempo de silencio y meditación en este día, nos preguntamos:
Nosotros, ¿vivimos la Pascua como una experiencia de fe o como algo funcional, ministerial o intelectual? El camino que hemos recorrido en estos días ¿nos está permitiendo compartir esperanza y alegría en el complejo escenario que vivimos?